sábado, 1 de octubre de 2011

El vidrio que se desvanecio. Capitulo III.

-Sirius ¿Nos puedes contar un poco de cómo es Harry?- pidió Lily
-No se me han dicho que no puedo adelantarme a los libros
-Solo contarnos como es su actitud, si es buen estudiante y cosas como eso
-Para que quieres saber eso, todos estamos de acuerdo en que Harry será todo un merodeador
-No, el es mas tranquilo, aunque también se mete en muchísimos con sus amigos y bueno lo  de buen estudiante no se muy bien porque el año pasado no hizo exámenes y en este año esta acabando los TIMOS todavía
-O sea que tu….
-Si, yo he muerto cuando el estaba en quinto
-¿Leemos ya?- pregunto James
-LEO YO- grito Lily cogiendo el libro
El vidrio que se desvaneció
-Esto tendrá que ver con la magia ¿no?- dijo Canuto
-Si, creo que Harry me contó algo de esto- dijo Sirius sonriendo
Habían pasado aproximadamente diez años
-Ya llevaba diez años con esos monstruos- dijo Lily y antes de que la llamaran la atención siguió leyendo
 desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de la entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre…. La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño.
-Como si simplemente no existiera- dijo James bajito
Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.
-¡A la, si, a gritos! ¡La mejor manera de despertar a un niño de diez años!- dijo Lily enfada
-¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
Harry se despertó con un sobre salto. Su tía llamó ora vez a la puerta.
-¡Arriba!- chilló de nuevo
Harry oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio a vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado la mismo anteriormente.
Su tía volvió a la puerta.
-¿Ya estas levantado?- quiso saber
-Casi- respondió Harry
-Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy
Harry gimió
-¿Qué has dicho?- grito con ira desde el otro lado de la puerta
-Nada, nada…
El cumpleaños de Dudley… ¿cómo había podido olvidarlo? Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía.
-DORMIA EN UNA ALACENA- se escandalizo Remus mientras James ponía su cara de pensar…… en múltiples venganzas
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y a bicicleta de carreras. La razón exacta porque la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harry, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo.
Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido.
-Como su padre- dijo James con orgullo
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Además, parecía as pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaban eran prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces mas grande que él. Harry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante. Llevaba gafas redondas siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley le había pegado en la nariz. La única cosa que a Harry e gustaba de su apariencia era aquella pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago. La tenía desde que podía acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Petunia era cómo se la había hecho.
-En el accidente de coche donde tus padres murieron- había dicho-. Y no hagas preguntas
<No hagas preguntas>: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley
Tío Vernon entro en la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino.
-¡Péinate!- bramo como saludo matinal
-No tiene pro que peinarse, ese es el pelo de los Potter, y por mucho que lo intente no va a conseguir nada
Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más veces el pelo que al resto de los niños e su clase todos juntos, pero no servía para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera , por todos los lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su gorda cabeza. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito. Harry decía a menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.
-Jajajajaja Harry cuando quiere tiene un gran sentido del humor- rio Sirius
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil porque había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara se ensombreció.
-Treinta y seis- dijo, mirando a su madre y a su padre-. Dos menos que el año pasado
-Querido no has contado el regalo de tía Marge. Mira, esta debajo de este grande de mama y papa
-Muy bien, treinta y siete entonces- dijo Dudley, poniéndose rojo
Harry, que podía ver venir un gran berrinche en Dudley, comenzó a comerse el beicon los mas rápido posible, por si volcaba la mesa
Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
-Y vamos a comprarte dos regalos mas cuando salgamos hoy. ¿Qué te parece pichoncito? Dos regalos mas ¿Esta todo bien?
-Pero si le dan todo lo que quiere, esa no es manera de educar a un niño- dijo Lily
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por último, dijo lentamente
-Entonces tendré treinta y… treinta y…
-No sabe ni contar
-Lily, ¿por qué no te callas un poquito así terminamos el capitulo, no el libro, si no el capitulo, antes de que acabe la semana- dijo Sirius
-Treinta y nueve, dulzura- dijo tía Petunia
-Oh- Dudley se dejo caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más cercano-. Entonces esta bien
Tío Vernon rio entre dientes
-El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre. ¡Bravo Dudley!- dijo, y revolvió el pelo de su hijo
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para el ordenador y un video. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada a la vez.
-Malas noticias, Vernon- dijo- La señora Figg se ha fracturado una pierna. No puede cuidarlo.- Volvió la cabeza e dirección a Harry.
La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg le hacía mirar las fotos de todos los gatos que había tenido.
-¿Y ahora que hacemos?- pregunto tía Petunia, mirando con ira a Harry como si él lo hubiera planeado todo.
Harry sabía que debería sentir pena por la pierna de la señora Figg,
-¿Figg no se apellida la tía de esa amiga tuya, Lily?- pregunto Canuto
-Si, la tía de Ariane, puede que sea su tía que este para proteger a Harry
-Pero si decía que le trataba mal, a ver no que le trataba mal si no que se aburría- dijo James
-Claro, es que si mi hermana veía que Harry se lo pasaba bien no le dejaría volver
 pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
-Podemos llamar a Marge- sugirió tío Vernon
-No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si no estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no podía entenderlos, algo así como un gusano.
-¿Y qué me dices de… tu amiga… cómo se llama… Yvonne?
-Está de vacaciones en Mallorca- respondió enfadada tía Petunia
-Podéis dejarme aquí- sugirió esperanzado Harry
Podría ver lo que quisiera en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el ordenador de Dudley.
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón
-¿Y volver y encontrar la casa en ruinas?- rezongó
-No voy a quemar la casa- dijo Harry, pero no le escucharon.
-Supongo que podemos llevarlo al zoológico- dijo en voz baja tía Petunia-… y dejarlo en el coche…
-El coche es nuevo, no se quedara allí solo
-Ni que mi hijo fuera un monstruo- dijo James
Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no lloraba de verdad, pero sabía que, retorcía la cara y gritaba, su madre le daría cualquier cosa que quisiera
-Niño caprichoso- dijo Canuto entre dientes
-Mi pequeñito Dudley, no llores, mama no dejara que el te estropee tu día especial- exclamó, abrazándolo
-¡Yo… no… quiero… que… él venga!- exclamó Dudley entre fingidos sollozos-. ¡Siempre lo estropea todo!- Le hizo una mueca burlona a Harry, desde los brazos de su madre.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta
-¡Oh, Dios, ya están aquí!- dijo tía Petunia en tono desesperado y, un momento mas tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su madre
Piers era un chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba
Dudley suspendió su fingido llanto de inmediato.
Media hora mas tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba sentado en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley, camino del zoológico por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Vernon se levó aparte a Harry
-Te lo advierto- dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry-. Te lo estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedaras en la alacena hasta navidad
-No voy a hacer nada- dijo Harry- De verdad…
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry y no conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó <para ocultar la horrible cicatriz>. Dudley se rio como y tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara. Como castigo, lo encerraron en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido tan deprisa el pelo.
A Lily le empezaron a caer lágrimas y James se acerco rápidamente a ella
-No llores, vamos a impedir que todo esto pase, además ya has visto que le creció el pelo
-No lloro por lo del pelo, es de rabia por que no soporto que traten así a mi hijo
Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un repugnante jersey viejo de Dudley (marrón, con machas anaranjadas). Cuanto más intentaba pasárselo por la cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le habría sentado como un guante a una muñeca, pero no ha Harry. Tía Petunia creyó que debía haberse encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.
-La tontería que puede haber en el mundo
Por otra parte, había tenido, había tenido un problema terrible cuando lo encontraron en el techo de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo perseguía como de costumbre cuando, tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se encontró sentado en la chimenea. Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del colegio, diciéndoles que Harry andaba trepando por los techos del colegio. Pero lo único que trataba de hacer (como le grito a tío Vernon a través de la puerta cerrada de la alacena) fue saltar los grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry suponía que el viento lo había levantado en medio de su salto.
-Este chaval va para las olimpiadas- dijo Remus
-¿Qué es eso?- pregunto James
-Son unos juegos en los que se hacen varios deportes entre ellos saltos de longitud, altura…..- dijo Lily
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día con Dudley y Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su alacena, o en el salón de la señora Figg, con su olor a repollo
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba quejarse de muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry eran algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana les tocó a los motoristas
-… haciendo ruido como locos esos gamberros- dijo, mientras una moto los adelantaba
-Tuve un sueño sobre una moto- dijo Harry, recordando de pronto-. Estaba volando
Tío Vernon casi chocó  con el coche que iba delante el suyo. Se dio la vuelta en el asiento y grito a Harry:
-¡LAS MOTOS NO VUELAN!
-La mía si- se burlo Sirius
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.
-Tiene buena imaginación Harry- aprecio Remus
Dudley y Piers se rieron disimuladamente
-Ya sé que no lo hacen- dijo Harry-. Fue solo un sueño
Pero deseo no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los Dursley aún más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importaba que fuera un sueño o un dibujo animado. Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas.
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry que quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era más barato.
-Menos mal que en el mundo hay gente amable- dijo Lily
 Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y que se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.
-jajajajajajajajaa
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo cuidado de andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron en el restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo suficientemente grande, tío Vernon le compro otro y Harry tuvo permiso para terminar el primero.
-Yo creo que ese es el mejor día de Harry
Lily volvió otra vez a llorar pero esta vez era a acusa de que ese no tenia que ser el mejor día de Harry, que Harry debería ser feliz en todo momento de su vida.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era demasiado bueno para durar.
Después de comer fueron a ver a los reptiles. Estaba oscuro y hacía frio, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la serpiente mas grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el brillo de su piel.
-Haz que se mueva- le exigió a su padre
-Mal criado- dijo Sirius
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió
-Hazlo de nuevo- ordeno Dudley
Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando.
-Esto es aburrido- se quejó Dudley
Se alejo arrastrando los pies
Harry se movió frente al vidrio y miro intensamente a la serpiente. Si él hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto del aburrimiento, sin ninguna compañía, salvo la gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día. Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era la tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlo: el menos, él podía recorrer el resto de la casa.
De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de Harry.
Guiñó un ojo.
-Espera un momento, para, que quiere decir eso de que la serpiente le guiño un ojo a mi hijo- dijo James
-Es que Harry habla parsel- dijo Sirius- es por culpa de la maldición asesina de Voldemort, es todo muy complejo, ya os lo explicare en otro momento- aclaro al ver la cara que tenían todos
Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de nuevo a la serpiente y también le guiño un ojo.
La serpiente torció la cabeza hacía tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente:
-Me pasa estos constantemente.
-Lo sé- murmuró Harry a través del vidrió, aunque no estaba seguro de que la serpiente pudiera oírlo-. Debe de ser realmente molesto.
La serpiente asintió vigorosamente.
-A propósito, ¿de donde vienes?- preguntó Harry
La serpiente levantó la cola hacía el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harry miró con curiosidad
<Boa Constrictor, Brasil>
-¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó: <Esté espécimen fue criado en el zoológico>
-Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor detrás de Harry los hizo saltar.
-¡DUDELY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTA HACIENDO!
-¡PERO QUE NIÑO MAS ESTUPIDO!- Grito Canuto a la vez
Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.
-Quita de en medio -dijo, golpeando a Harry en las costillas.
Cogido por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo como había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictor había desaparecido. La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar que una voz baja y sibilante decía:
-Brasil, allá voy… Gracias, amigo.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
-Pero… ¿y el vidrio?- repetía-. ¿Dónde esta el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no dejaban de quejarse. Por lo que Harry había visto, la serpiente no había más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo. Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:
-Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?
Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse con Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
-Ve… alacena… no hay comida- pudo decir, antes de desplomarse en una silla.
-Parece un hombre de esos de Neolítico- dijo Lily con una pequeña sonrisa
Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho mas tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando tener un reloj. No sabía que hora era y no podía estar seguro de que los Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la cocina a buscar algo de comer.
Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, hasta donde podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían muerto en un accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche cuando sus padres murieron . Algunas veces, si forzaba su memoria durante las largas horas en su alacena, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una extraña quemadura en su frente. Aquello debía ser el choque, aunque no podía imaginar de donde procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus padres. Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas. Tampoco había fotos de ellos en la casa.
Cuando era mas pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún pariente desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedió: los Dursley eran su única familia. Pero a veces pensaba (tal era mas bien que lo deseaba) que había personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran desconocidos muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta lo había saludado, cuando estaba de compras con tía Petunia y Dudley. Después de preguntarle con ira si conocía al hombre, tía Petunia se los había llevado de la tienda, sin comprar nada. Una mujer anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también lo había saludado alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color purpura, le había estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir una palabra. Lo mas raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en que Harry trataba de acercarse.
En el colegio, Harry no tenia amigos. Todos sabían que el grupo de Dudley odiaba a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas rotas, y a nadie le gustaba estar en contra de la banda de Dudley.
-Sera asqueroso ese crio, mas le vale que yo no lo vea nunca, sigue leyendo Lily
-No puedo el capitulo se ha terminado- dijo ella
-Pues hacemos un descanso y seguimos leyendo el siguiente capitulo- dijo Sirius


1 comentario:

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